domingo, 10 de junio de 2012

De aprender el lenguaje y los debates

Hace un par de semanas le dije a O que iba a ver el debate para Jefe de Gobierno del DF. Ya habíamos platicado de las elecciones y los candidatos. Traté de explicarle por qué era importante verlo.

- Quiero que cenes temprano, empieza antes de que te duermas. 
- ¿Lo puedo ver contigo? 
- Si quieres puedes verlo un ratito, en lo que es tu hora de dormir.

Hoy, a la hora de la comida dije, como un recordatorio a mí misma:

- Hoy es el debate de los candidatos a presidente.
- ¿A esa hora yo ya voy a estar dormido?
- Sí.
- Que bueno. No me gustó el otro día. Yo pensé que iba a ser un juego de bates, -me dijo moviendo los brazos en señal de que bateaba una pelota- por eso quería verlo. Hoy no se me antoja. No hay bates.







martes, 17 de abril de 2012

De cocinar a hornear

Quien me conoce recientemente, no se imagina cómo ha cambiado mi relación con la cocina. De niña y adolescente juraba que nunca cocinaría, y es que yo veía que mi papá era tan exigente que decidí que no me quería exponer a ese tipo de crítica.

Con el tiempo, empecé a cocinar y lo aprendí a disfrutar. Mi hermana se sorprendió cuando le dije que hacía spaghetti bolognesa sin usar un tarrito de salsa. Y yo digo que hago el mejor risotto en México o por lo menos de los que yo he probado. Igual hago un buen caldo tlalpeño o un deliciso puchero, unas albóndigas chilpotle o pollo a las hierbas finas. El otro día descubrí que cuando cocino me pierdo en otro mundo. Me gusta cocinar.

Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años más para que me animara a hornear. Durante años, le ayudé a mi hermana a hacerlo: yo engrasaba los moldes, picaba nuez y lavaba trastes entre otras actividades. Ella medía la harina y demás ingredientes, amasaba y hacía la parte delicada de los pasteles y demás delicias. Claro que me gustaba decir que ella no sabía engrasar moldes y se le pegaban los panes.

Fue cuando llegó O a casa que empecé a hornear. Fue una especie de necesidad que sentí de hacer galletas y panques, pasteles y betunes.

Yo recuerdo la cocina de mi casa de niña con el olor tibio del chocolate, jengibre o vainilla. Recuerdo las compras cada otoño de nueces frescas que se utilizaban en las brownies, en el pastel alemán o en los pastelitos de nuez durante todo el año. Crecí con una cocina llena de vida y quería compartir la experiencia con O.

Cuando tomo una taza de medir y la lleno de harina, paso ésta por el cernidor, veo como cae suavemente en un tazón, la mido quitando el exceso con la parte plana de un cuchillo, mido la sal, la rexal y junto cierno todo de nuevo, veo a mi mamá y a mi hermana. Ellas están conmigo en cada movimiento. Cuando muevo un betún que se hace en baño maría y levanto la espátula para ver la consistencia oigo la voz de mi mamá indicándome si le falta espesar o ya está. Cuando amaso la harina para la tartaleta, veo cómo se mueven sus manos y las imito.

Al principio pensé que era la necesidad de llenar la casa de calor y aromas, el que O pudiera disfrutar un pan recién horneado lo que me llevaba a hacerlo. Hoy sé que horneo para que ellas estén conmigo. Y sí, tal vez con la esperanza de que O me lleve con él a una cocina cualquiera en algún lugar del mundo.

lunes, 16 de abril de 2012

¿Jugamos a adivinar animales?

Por las tardes trato de dejar de trabajar por lo menos media hora antes de la rutina de la noche, a veces hasta logro hacerlo una hora antes.

O está en su cuarto jugando, llego y me acuesto en su cama. Tuve un día pesado y quiero estirarme un poco antes de comenzar a jugar. El viene y se acuesta a mi lado y me dice:

- Mamá, ¿jugamos a adivinar animales?
- ¡Sale!- Me entusiasma que puedo seguir acostada y sobre todo que nunca lo hemos jugado y es él quien lo propone.
- Bueno, yo empiezo. Un animal que vive en las casas y hace miau.
- El gato.
- Sí, te toca.
-Un animal negro con blanco que come bambú.
- Los panditas.

Así adivinamos, entre otros, un animal que es como un gato grande y es el rey de la selva, un animal que le gusta colgarse de árboles con su cola, un mamífero que vive en el agua y es enorme, y hasta un animal que vive en la casa y es una nube y ladra. De repente dice O:

- Un animal que tiene colmillos grandes, grandes y es de chocolate.
- ¿Cómo de chocolate? ¿Café?
- No, de chocolate.

Pienso un rato y le digo:

- Me rindo.
- Ay mamá, un mamut.
- Claro -digo entre risas- cómo no lo pensé.