martes, 20 de agosto de 2013

I rest my case... o de cuando los argumentos no sirven

Es domingo, pienso que es buena idea que O se duerma temprano, que descanse bien. 

Él en cambio, no se resigna a que se acabaron las vacaciones y mucho menos a que ya la escuela no vaya a ser tanta pachanga. Como medida para prolongar el inminente fin, insiste en que quiere cenar en la tele. 

- Voy a cenar rápido, de veras -me dice.
- Mañana hay clases, además es el primer día del curso escolar.
- ¿Cuáles son las razones?

Le explico del descanso que requiere su cerebro y cómo lo estimula la tele. Insiste hasta el cansancio que a él la tele lo relaja. Busco en Google artículos sobre ver tele antes de dormir y le leo extractos. O escucha y pregunta:

- ¿Quién escribió eso?
- Varias personas, se basan en investigaciones.
- ¿Y cómo hacen esas investigaciones?
- Con grupos de niños y comparan sus rendimientos y cómo duermen.
- ¿Y escriben esas ridiculeces (batalla en articular esta palabra, la pronuncia sílaba por sílaba, pero la completa bien) sólo para que no puedan ver la tele los niños?

PD Para los curiosos. O no cenó en la tele.




martes, 18 de junio de 2013

¿Cómo sé?

Una muy querida amiga me contó hace tiempo, que cuando le preguntaban a su tía cuándo supo su hija que era adoptada, ella contestaba "nunca". Nunca hubo necesidad de sentarse a decirle, fue algo que supo como otros niños escuchan historias de un largo trabajo de parto, o que se tuvieron que salir de una fiesta para ir al hospital, o cómo decidieron nacer antes de tiempo.

A O le cuento que tuve que juntar montones de papeles para que me ayudaran a encontrarlo,que cuando lo conocí no quería darme la flor que era para mí,  de cómo lo oí llorar por primera vez la noche que fui por él al albergue porque no quería  sentarse en su silla del coche. Y diario, antes de dormir me oye darle gracias al Universo por traerlo a casa.

Las preguntas de O han ido cambiando conforme ha crecido, al principio preguntaba de su vida en el albergue, luego de "la de la panza". Ahora pregunta sobre su mamá biológica, dice que quisiera haberla conocido, que  tiene dos mamás, que no tiene papá y que no nació de mi panza. Se lo dice a cualquiera que pregunta por su papá o si tiene hermanos. Lo expresa con naturalidad. Son sus historias de vida. Las vive y las procesa.

El domingo, a la hora de dormir, O me preguntó "¿mamá, cómo sé que tú no me vas a dejar si mi mamá biológica me dejó?" Me dolió su pregunta. No porque cuestione mi amor, me duele porque lo piense, porque sé que lleva el dolor  en su piel como si lo hubieran bañado con ácido nítrico.

Me pregunto por los padres que han decidido no compartir la realidad con sus hijos. ¿Cómo se explican estos niños, adolescentes o adultos, ese ardor en la piel que han tenido toda la vida?

Hace algunas semanas, después de un viaje que hice sola, noté su enojo conmigo y un malestar que no parecía resolver. Decidí decirle algo que muchas veces había pensdo y no me atrevía a expresar: "O, tal vez en algunos momentos te sientes mal o triste porque sientes que tu mamá biológica te dejó en el albergue y yo tardé en encontrarte".

A veces uno piensa que por no expresar algo, ese algo deja de existir, o piensa que al hablar de algo, sólo se causará un dolor innecesario. Ese día pensé que ya era momento de ayudarle a expresar con palabras ese dolor que irremediablemente lleva consigo: "fui abandonado por mi mamá biológica".

Hoy pienso que poco a poco, esa afirmación se convirtió en la pregunta que tuve que contestar hace unos días. Más que con palabras, contesté con el deseo de transmitir la certeza de mi amor incondicional y mi presencia constante.

Puede ser difícil oír a tu hijo de 6 años cuestionarse por qué lo dejaron, o la pregunta que estaba abajo: "¿por qué esa mujer que me cargó en su panza me abandonó?" Pero sé que sería más difícil no tener las palabras para nombrar su irremediable angustia.

El abandono lo llevará consigo toda la vida, pero día con día veo como brillan sus ojos, oigo sus carcajadas y confío en que el Universo nunca se equivoca.

domingo, 10 de junio de 2012

De aprender el lenguaje y los debates

Hace un par de semanas le dije a O que iba a ver el debate para Jefe de Gobierno del DF. Ya habíamos platicado de las elecciones y los candidatos. Traté de explicarle por qué era importante verlo.

- Quiero que cenes temprano, empieza antes de que te duermas. 
- ¿Lo puedo ver contigo? 
- Si quieres puedes verlo un ratito, en lo que es tu hora de dormir.

Hoy, a la hora de la comida dije, como un recordatorio a mí misma:

- Hoy es el debate de los candidatos a presidente.
- ¿A esa hora yo ya voy a estar dormido?
- Sí.
- Que bueno. No me gustó el otro día. Yo pensé que iba a ser un juego de bates, -me dijo moviendo los brazos en señal de que bateaba una pelota- por eso quería verlo. Hoy no se me antoja. No hay bates.







martes, 17 de abril de 2012

De cocinar a hornear

Quien me conoce recientemente, no se imagina cómo ha cambiado mi relación con la cocina. De niña y adolescente juraba que nunca cocinaría, y es que yo veía que mi papá era tan exigente que decidí que no me quería exponer a ese tipo de crítica.

Con el tiempo, empecé a cocinar y lo aprendí a disfrutar. Mi hermana se sorprendió cuando le dije que hacía spaghetti bolognesa sin usar un tarrito de salsa. Y yo digo que hago el mejor risotto en México o por lo menos de los que yo he probado. Igual hago un buen caldo tlalpeño o un deliciso puchero, unas albóndigas chilpotle o pollo a las hierbas finas. El otro día descubrí que cuando cocino me pierdo en otro mundo. Me gusta cocinar.

Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años más para que me animara a hornear. Durante años, le ayudé a mi hermana a hacerlo: yo engrasaba los moldes, picaba nuez y lavaba trastes entre otras actividades. Ella medía la harina y demás ingredientes, amasaba y hacía la parte delicada de los pasteles y demás delicias. Claro que me gustaba decir que ella no sabía engrasar moldes y se le pegaban los panes.

Fue cuando llegó O a casa que empecé a hornear. Fue una especie de necesidad que sentí de hacer galletas y panques, pasteles y betunes.

Yo recuerdo la cocina de mi casa de niña con el olor tibio del chocolate, jengibre o vainilla. Recuerdo las compras cada otoño de nueces frescas que se utilizaban en las brownies, en el pastel alemán o en los pastelitos de nuez durante todo el año. Crecí con una cocina llena de vida y quería compartir la experiencia con O.

Cuando tomo una taza de medir y la lleno de harina, paso ésta por el cernidor, veo como cae suavemente en un tazón, la mido quitando el exceso con la parte plana de un cuchillo, mido la sal, la rexal y junto cierno todo de nuevo, veo a mi mamá y a mi hermana. Ellas están conmigo en cada movimiento. Cuando muevo un betún que se hace en baño maría y levanto la espátula para ver la consistencia oigo la voz de mi mamá indicándome si le falta espesar o ya está. Cuando amaso la harina para la tartaleta, veo cómo se mueven sus manos y las imito.

Al principio pensé que era la necesidad de llenar la casa de calor y aromas, el que O pudiera disfrutar un pan recién horneado lo que me llevaba a hacerlo. Hoy sé que horneo para que ellas estén conmigo. Y sí, tal vez con la esperanza de que O me lleve con él a una cocina cualquiera en algún lugar del mundo.

lunes, 16 de abril de 2012

¿Jugamos a adivinar animales?

Por las tardes trato de dejar de trabajar por lo menos media hora antes de la rutina de la noche, a veces hasta logro hacerlo una hora antes.

O está en su cuarto jugando, llego y me acuesto en su cama. Tuve un día pesado y quiero estirarme un poco antes de comenzar a jugar. El viene y se acuesta a mi lado y me dice:

- Mamá, ¿jugamos a adivinar animales?
- ¡Sale!- Me entusiasma que puedo seguir acostada y sobre todo que nunca lo hemos jugado y es él quien lo propone.
- Bueno, yo empiezo. Un animal que vive en las casas y hace miau.
- El gato.
- Sí, te toca.
-Un animal negro con blanco que come bambú.
- Los panditas.

Así adivinamos, entre otros, un animal que es como un gato grande y es el rey de la selva, un animal que le gusta colgarse de árboles con su cola, un mamífero que vive en el agua y es enorme, y hasta un animal que vive en la casa y es una nube y ladra. De repente dice O:

- Un animal que tiene colmillos grandes, grandes y es de chocolate.
- ¿Cómo de chocolate? ¿Café?
- No, de chocolate.

Pienso un rato y le digo:

- Me rindo.
- Ay mamá, un mamut.
- Claro -digo entre risas- cómo no lo pensé.




jueves, 15 de diciembre de 2011

Con X de Xilo

Soy cursi. Quien no lo sepa es que no me conoce.

Hoy hablé a casa de mi hermano y con la sopresa que me contestó el primo Xilo. Le conté de los origamis que hice y O quiso hablar con él.

Sólo conozco una parte de la conversación:

- Xiiiilo... ¡hola! ¿Te acuerdas cuando jugamos futbol? Hace mucho que no te veo.

- ¿Sabes hablar alemán? ... Yo sí.

- ¿Cuándo llegas a Monterrey?

[adivino que dice no sé]

- ¿Nos vemos allá para jugar futbol?

- Te quiero mucho primo Xilo.

Vuelvo a hablar con mi sobrino y me pregunta cuántos años tiene O. Este me oye decir que va a cumplir cinco años.

- Mamá, quiero hablar con él otra vez.

Le paso el teléfono de nuevo.

- Xilo, te quiero invitar a mi fiesta. Es en enero. A ver si puedes venir.

No logro sobreponerme de cómo me conmueven las palabras y la actitud de mi hijo. De ver y sentir cómo son importantes los vínculos familiares.

Diario confirmo el valor de la continuidad...

domingo, 13 de noviembre de 2011

Crecer

Ayer por la mañana me pediste que te pusiera pasta en tu cepillo de dientes, con la última parte del tubo no puedes hacerlo tú sólo. Me dijiste "ya no necesito el banquito para alcanzar". Te pregunté si alcanzabas a abrir la llave del lavabo. Te estiraste, abriste y cerraste. Hace algunos meses no alcanzabas ni con banco.

El crecimiento físico me hace consciente del paso del tiempo, aunque el crecimiento es en todos sentidos. Ayer, como muchos otros días quisiste jugar a cuando llegaste a casa. Te gusta jugar a cuando nos conocimos y hablar como si tuvieras dos años. Yo te cuento de tu vocabulario de esa época: a Cirrus le decías Tutu, no podías decir "más" decías "ma", a ti mismo te decías "O", y decías "¡amoooo!".

Te gusta saber que creces también en tu forma de expresarte y tal vez aún no eres consciente pero también creces en tu forma de pensar. Tus preguntas constantes a las que no siempre alcanzo a darles contestación, cómo tratas de entender tu mundo y darle sentido. Cómo me vas aprendiendo: quieres entender cada una de mis expresiones, los gestos que hago, por qué digo, por qué opino, por qué.

Lo más impresionante es ver como crece tu forma de razonar y como cada día eres más tú. Me encanta verte, aprenderte, y tratar de descifrarte.

Mi trabajo diario es ayudarte a que seas el mejor ser humano que puedas ser. Que dificil es cuando en medio se mete mi ego y mi cansancio. Igual diario seguiré intentando hacerlo mejor. Mientras creces.